Piensa en lo que hace un soplador de vidrio con este material caliente. El vidrio puede adoptar la forma de un cisne ¿Pero imaginas cómo sería dar forma al vidrio sin calor? ¿Qué sucedería? Acabarías con un montón de trozos despedazados.

El calor hace bastante más que permitirnos realinear nuestra estructura sin quebrarla.

Cuando el tejido conectivo se calienta a través de la práctica, se vuelve menos «sólido» y más «líquido». Y nos hacemos flexibles para poder darnos forma. En dicho estado de flexibilidad, practicamos la forma de yoga que nos permite comenzar el proceso de remodelación, y los espacios tensos, «muertos», que pueden haber quedado cerrados y en estado de shock durante años, comienzan a abrirse y permiten una mayor circulación.

Así, viejas masas de desagradables escaras, detrito y otros productos de desecho del proceso de curación, resultan eliminadas junto con las toxinas medioambientales que se acumulan en el organismo.

La práctica puede entonces deshacer la rigidez y crear más espacio para que los fluidos intercelulares circulen y aporten nutrientes al tiempo que eliminen toxinas. En otras palabras, la práctica  desintoxica los órganos y el tejido y revitaliza todo el cuerpo.

Cuando de una mina se extrae oro, se obtiene primero en forma de mena. Parece bastante sucio y en absoluto tiene el aspecto dorado de las monedas y las joyas. Para que el oro se desprenda de la mena, debemos calentarlo: sólo puede ser sometido a un proceso de purificación, mediante el uso del calor. Del mismo modo, para conseguir el «oro» de nuestro organismo, debemos aplicar calor y deshacernos de la «mena» que no nos interesa.

La práctica de Power Yoga restablece el lustre dorado del organismo, facilitando que todos los sistemas corporales de circulación y eliminación, se deshagan de los elementos no deseados.